Contrariamente a la creencia popular, no es solo cuestión de hormonas (aunque el estrógeno y la testosterona permanecen activos hasta mediados de los cuarenta). También es cuestión de experiencia. A esta edad, las mujeres suelen haber pasado por varias etapas clave: amor, maternidad, rupturas, reconstrucción… y todo esto configura una forma de madurez emocional y sensual.
Hablamos entonces de plasticidad erótica: la capacidad de adaptar el deseo a la propia evolución. El placer se convierte en una alquimia entre las emociones, el autoconocimiento y la confianza en el cuerpo. Y es esta combinación la que estimula el deseo.
Testimonios que dicen la verdad
Muchas mujeres comparten este punto de inflexión. A sus 38 años, Sophie afirma estar experimentando “la sexualidad más intensa de su vida “. Para ella, no se trata de un resurgimiento pasajero, sino de un renacimiento. Entre los 30 y los 45 años, las mujeres se atreven más a expresar sus deseos, a experimentar y, sobre todo, a liberarse de las restricciones. Ya no es la mirada ajena la que dicta, sino la escucha interior.
Las palabras surgen con frecuencia: libertad, intensidad, placer sin culpa. Este período se convierte en una nueva exploración, lejos de las presiones del pasado.
¿Y después de 45 años? El fuego nunca se apaga.
Aunque algunas hormonas pueden empezar a disminuir, el deseo no desaparece. Evoluciona. Un estudio de la UCSF indica que el 60 % de las mujeres de entre 45 y 80 años siguen siendo sexualmente activas, y casi la mitad aún experimenta deseo.
La sexualidad se vuelve entonces más serena, más íntima. Menos acelerada, más profunda. Como bien lo expresa una mujer de 53 años: «Ya no estoy en el sprint. Estoy en la coreografía».
¿Y si la verdadera edad de oro del deseo femenino comenzara… cuando finalmente empecemos a escucharnos a nosotras mismas?