Las benzodiazepinas suponen un riesgo silencioso para la memoria.
Las benzodiazepinas, como el alprazolam y el diazepam, se utilizan para tratar el insomnio y la ansiedad. Si bien son beneficiosas a corto plazo, su uso prolongado aumenta el riesgo de Alzheimer y causa daño cerebral permanente. Según un estudio, el 40 % de los pacientes que consumen estos medicamentos reportan diversos efectos neurológicos, como dificultad para concentrarse.
También se asocian a un mayor riesgo de dependencia física y mental, lo que dificulta que muchos pacientes dejen de fumar. Para abordar la ansiedad y el insomnio, los médicos están considerando tratamientos no farmacológicos, como la terapia conductual.
Las anfetaminas y la trampa de la memoria
Las anfetaminas se utilizan para tratar el TDAH. Aunque aumentan temporalmente la concentración, su consumo persistente puede causar pérdida de memoria y otros déficits cognitivos a largo plazo. Son adictivas física y emocionalmente y pueden provocar complicaciones importantes, como arritmias cardíacas.
Es fundamental que los profesionales sanitarios vigilen estrechamente su medicación. También deben investigarse las intervenciones no farmacológicas, como el tratamiento conductual.
Antihistamínicos de primera generación: Alivio ahora, problema mañana
Los antihistamínicos de primera generación, como la difenhidramina, se utilizan para tratar alergias, pero podrían causar deterioro cognitivo debido a sus propiedades anticolinérgicas. Un estudio reciente reveló que su uso continuo se relaciona con un mayor riesgo de demencia.
Para el tratamiento a largo plazo de la alergia, se prefieren opciones menos peligrosas, como la cetirizina. Antes de tomar estos medicamentos durante un período prolongado, consulte a su médico.
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