En esta etapa, la persona intenta recuperar el control. Se generan pensamientos como “si hubiera hecho esto diferente”, “si pudiera retroceder el tiempo” o “si prometo cambiar, tal vez todo vuelva a ser como antes”. Es una fase marcada por la culpa, los “y si…” y los intentos internos de revertir la pérdida.
La negociación es un intento emocional por encontrar sentido en lo ocurrido, aunque racionalmente sepamos que no hay vuelta atrás.
4. Depresión: “No puedo con esto”
Cuando se acepta la realidad en su totalidad, puede aparecer una profunda tristeza. Esta etapa no es sinónimo de enfermedad mental, sino una respuesta natural al vacío que deja la pérdida. Se caracteriza por una pérdida de interés en actividades cotidianas, aislamiento, llanto y una sensación de desamparo.
Es un momento para pausar, llorar, recordar y empezar a reconstruirse desde lo que queda.
5. Aceptación: “Está bien… así es la vida”
Llegar a esta etapa no significa “estar feliz” con lo ocurrido, sino haber integrado la pérdida como parte de la propia historia. Es la etapa donde se empieza a mirar hacia adelante con más claridad, se reconstruyen rutinas y se retoman vínculos.
Aceptar no es olvidar, sino aprender a vivir con lo perdido. En esta fase, muchas personas encuentran también sentido, crecimiento personal o una nueva forma de honrar lo que se fue.
Resumen:
El duelo es un proceso profundamente humano. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación son etapas que nos ayudan a comprender y poner palabras a lo que vivimos tras una pérdida. Aunque el camino puede ser confuso y doloroso, es también una oportunidad para transformarnos, sanar y conectar con quienes fuimos y con quienes podemos llegar a ser.