Y entonces llegó el momento crucial. Se abrieron las puertas y Javier, vestido con un traje impecable, empujaba una silla de ruedas. Sobre ella, apareció la novia, una mujer menuda de rostro sereno y sonrisa cálida. Entrecerré los ojos para verla bien, y una extraña sensación empezó a crecer en mi interior, difícil de describir.
Toda la sala quedó en silencio mientras el maestro de ceremonias presentaba la historia de la novia. Javier tomó el micrófono, con la voz entrecortada:
Hace tres años, durante un viaje de trabajo en Oaxaca, tuve un accidente. Quien acudió a salvarme fue Mariana. Me apartó de un camión, pero resultó gravemente herida, hasta el punto de no poder volver a caminar. Desde ese momento, me prometí dedicar mi vida a amarla y protegerla. Hoy cumplo esa promesa.
La sala entera estalló de emoción. Me quedé paralizada. Sentí que me oprimían el corazón. La mujer a la que había pensado ridiculizar resultó ser la salvadora de mi exmarido.
Recordé los últimos días de mi matrimonio, cuando le reprochaba a Javier su frialdad, su descuido familiar. Él permanecía callado, viajando constantemente. Enfurecida, pensé que había dejado de amarme y decidió divorciarse. Nunca intenté comprenderlo, nunca le di la oportunidad de explicarse. Y ahora lo entendía: esos viajes le cambiaron la vida, lo llevaron a conocer a la mujer que sacrificó su futuro para salvarlo.
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