Laura, atónita, tardó en asimilarlo, pero entendió que había juzgado sin saber. Le pidió perdón a su madre y a su esposo por la escena y la desconfianza.
Ese mismo día, Ana llamó a Alberto. Aunque sorprendido al principio, no solo asumió la noticia con responsabilidad, sino que fue a visitarla con flores en mano… y un anillo.
Contra todo pronóstico, Ana aceptó la propuesta.
El amor no tiene edad ni reglas
Unos meses más tarde, Ana y Alberto se casaron en una ceremonia íntima, rodeados de sus hijos, nietos y ahora también… sus propios bebés.
Hoy viven juntos, como una familia ensamblada y feliz, demostrando que la vida puede sorprender incluso cuando menos lo esperamos. Porque al final, lo que realmente importa no es el qué dirán, sino el amor, la verdad… y el coraje de abrazar lo inesperado.