
El proyecto de ley fue una advertencia
Un silencio sospechoso
De camino a casa, divagaba sobre su rutina de gimnasio y sus sueños de startup. Asentí, pero por dentro le daba vueltas a cada palabra. ¿Cuánto de esto era ensayado? ¿Cuántas mujeres habían oído el mismo discurso?
En mi puerta, se acercó más. “¿Segunda cita?”
Forcé una sonrisa educada. “Te escribiré”.
Buscando la verdad
Al día siguiente, la curiosidad venció a la cautela. Busqué no solo en sus redes sociales, sino también en fotos etiquetadas, comentarios e incluso menciones en grupos. Lo que encontré me revolvió el estómago.
Su verdadero nombre no era Deacon. Era Marvin.
Peor aún, me topé con un hilo en línea donde mujeres de mi ciudad describían haber sido estafadas por un hombre que usaba nombres falsos. Pedía dinero prestado, se colaba en las casas con su encanto y desaparecía con objetos de valor. Las capturas de pantalla y las fotos coincidían con las del hombre con el que acababa de comer.
Poniendo una trampa
Dos días después, me envió un mensaje: «Hola, preciosa. He estado pensando en ti. ¿Puedo ir a tu casa esta noche?».
Mi instinto me decía que lo bloqueara. En cambio, accedí. Necesitaba saber qué intentaría.
Saqué todo lo valioso de mi casa. Mi bolso estaba guardado, mi portátil a salvo en casa de mi hermana, y el lugar parecía acogedor, pero sin tentaciones.
Llegó con una botella de vino barato y una sonrisa. A los pocos minutos, insinuó que había tenido una semana difícil y bromeó con que necesitaba un lugar donde pasar unas noches. Su tono era informal, pero sus ojos lo delataban.
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