Las enfermeras del hospital lo adoraban, y Elena lloró la primera vez que lo sostuvo. Amelia sintió una ola de gratitud: gratitud por sobrevivir, por la amistad, por el coraje que había descubierto dentro de sí misma.
Semanas después, cuando se mudó a una casa pequeña pero cálida cerca del mar, colocó una sola foto en la estantería de su nueva sala de estar: no de su vida anterior, sino de su primer día sosteniendo a Lucas. Un recordatorio de que su historia continuaba: fuerte, real y completamente suya.
Su viaje no era perfecto y no necesitaba serlo. Era honesto. Y era suyo.
Mientras mecía a Lucas para dormir una tarde tranquila, susurró, casi para sí misma: “Lo logramos”.
Y si has leído hasta aquí… dime, ¿qué parte del viaje de Amelia te conmovió más? Realmente me encantaría conocer tu opinión.