LOS DOCTORES HABÍAN ABANDONADO AL EMPRESARIO… PERO UN ALBAÑIL HACE ALGO INSÓLITO Y LO SALVA

A los 62 años aún era una mujer elegante, siempre perfectamente vestida y maquillada, incluso para visitas hospitalarias. Daniela querida. ¿Cómo está tu papá hoy? Preguntó ignorando por completo a Manu. Mamá, quiero presentarte al señor Manuel. Conoció a mi papá hace muchos años y está ayudando en su recuperación. Patricia miró a Manu con la misma expresión que usaría al encontrar un mueble fuera de lugar. Ah, sí. La enfermera me contó sobre un visitante especial. La forma en que dijo visitante especial dejó claro que no aprobaba la situación.

Señora, mucho gusto”, dijo Manu quitándose respetuosamente la gorra. Patricia solo asintió con la cabeza, manteniendo su postura aristocrática. “Daniela, ¿podemos hablar en privado?” Madre e hija salieron al pasillo dejando a Alberto, Manu y el doctor Velázquez en la habitación. Daniela, ¿qué es esta historia de que un albañil está visitando a tu padre? Mamá, el señor Manuel conoció a papá cuando él estaba empezando en la carrera. Fueron socios. Socios. Patricia soltó una risa forzada. Querida, tu padre nunca tuvo socios albañiles.

Debes estar confundiendo algo. No estoy confundiendo nada. El señor Manuel tiene fotos historias detalladas y lo más importante, papá está reaccionando a su presencia. Patricia guardó silencio por unos momentos procesando la información. Aún si eso fuera cierto, me parece inapropiado tener ese tipo de personas frecuentando el hospital donde está internado tu padre. ¿Qué tipo de personas, mamá? Ay, Daniela, sabes muy bien de lo que hablo. La gente sencilla tiene su lugar en la sociedad, pero no es al lado de una familia como la nuestra.

Daniela sintió una mezcla de enojo y tristeza por el prejuicio de su madre. Mamá, este hombre podría estar salvando la vida de papá. No seas dramática. Tu padre va a mejorar porque tiene a los mejores médicos cuidándolo, no porque un obrero le cuente historias. De vuelta en la habitación, Alberto estaba interrogando a Manuel sobre detalles financieros de la antigua sociedad con su padre. Usted dijo que fue socio de mi padre. ¿Tiene algún documento que lo compruebe? Si tengo, joven.

Guardé todos los papeles de nuestra sociedad. ¿Y por qué los guardó hace 30 años? Porque fueron los mejores años de mi vida. Prof. y porque siempre tuve la esperanza de que algún día su padre recordara nuestros sueños. El doctor Velázquez observaba a Rodrigo y notó algo interesante. Señores, vean esto. Cuando discuten, los signos vitales del paciente se alteran. Es como siera la tensión en el ambiente. Alberto se mostró visiblemente molesto por la observación. Doctor, eso no puede ser cierto.

Él está en coma. Estado catatónico, no coma. Son condiciones diferentes. Los pacientes catatónicos a veces mantienen cierta percepción del entorno. Manuel se acercó a la cama y habló suavemente. Perdón, Rodri, no debía haber discusión aquí. Voy a seguir contándote de nuestras obras. y comenzó a describir detalladamente un edificio residencial que habían construido juntos, hablando de cada etapa de la construcción, de los desafíos que enfrentaron, de la alegría cuando entregaron las llaves a las familias. Mientras hablaba, los signos vitales de Rodrigo se estabilizaron en un patrón más calmado.

Cuando Patricia y Daniela regresaron, encontraron la habitación en un ambiente más sereno. ¿Cómo está?, preguntó Daniela. Más tranquilo, respondió el doctor Velázquez. El señor Manuel tiene un efecto tranquilizante muy interesante en su padre. Patricia observó a Manuel hablando en voz baja con Rodrigo y por un momento su expresión se suavizó. Había algo genuino en la dedicación de aquel hombre que no podía negar. “Señor Manuel”, dijo Patricia sorprendiendo a todos. “¿Qué es exactamente lo que usted espera que suceda?” Manuel se volteó hacia ella, nervioso por ser cuestionado por la esposa de Rodrigo.

Señora, solo quiero que mi amigo mejore, nada más. Pero usted debe entender que si mi esposo mejora, va a volver a la vida que construyó en los últimos 30 años, no a la vida de hace 30 años. Entiendo perfectamente, señora. No quiero volver al pasado, solo quiero que recuerde que existe bondad en el mundo. La respuesta de Manuel conmovió a Patricia de una forma que no esperaba. Tal vez había algo de valor en aquel hombre sencillo después de todo.

Esa tarde Daniela decidió ir a la oficina de la empresa para investigar los documentos antiguos que Manuel había mencionado. En el archivo muerto encontró una carpeta polvorienta con el nombre Hernández An Morales Constructores. Dentro de la carpeta había contratos, proyectos arquitectónicos y fotografías que confirmaban todo lo que Manuel había contado. También había una carta manuscrita de su padre, nunca enviada, dirigida a Manuel. La carta decía, “Querido Manuel, sé que no hemos hablado en mucho tiempo y la culpa es completamente mía.

Dejé que el éxito se me subiera a la cabeza y olvidé los verdaderos valores que usted me enseñó. Espero que algún día pueda perdonarme por haberme convertido en una persona que el joven de 25 años que usted conoció no reconocería. Todas las noches antes de dormir recuerdo nuestros sueños y me pregunto en qué momento comencé a perder el rumbo. Usted siempre decía que el dinero debería ser consecuencia de hacer el bien, no el objetivo principal. Yo olvidé eso.

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