
Más allá de su singularidad, Winry es, ante todo, una niña llena de vida. Curiosa, risueña, llena de vida, cautiva con su espontaneidad. Su madre la describe como habladora y divertida, siempre en busca de nuevos descubrimientos. Y eso es precisamente lo que llama la atención: la mancha en su rostro finalmente se desvanece tras su brillante personalidad .
Porque sí, cada niño merece ser reconocido por lo que es, no por lo que aparenta ser.
Una historia que nos impulsa a cambiar nuestra perspectiva.

La historia de Winry no se trata solo de un signo de nacimiento atípico. Se trata de un compromiso positivo con la inclusión , de una familia que se niega a permitir que la diferencia sea sinónimo de aislamiento. Al exponer honestamente su realidad, Nicole y su hija nos invitan a ampliar nuestra visión de la normalidad.
¿Y si nosotros también decidiéramos celebrar lo que hace único a cada ser humano? ¿Enseñar a nuestros hijos que las diferencias no son defectos, sino fortalezas? Porque, en el fondo, este mundo se vuelve mucho más hermoso cuando todos pueden sentirse plenamente a gusto en él.
Porque la huella más bonita es la que dejamos en el corazón de los demás.