Con la llegada de la madurez, también pueden surgir inseguridades relacionadas con el paso del tiempo. Algunas personas buscan reafirmar que aún son atractivas o deseables. La infidelidad se presenta como una respuesta a ese deseo de validación, más que como un deseo consciente de lastimar a la pareja.
Al reencontrarse con la posibilidad de conquistar o ser conquistado, muchos se sienten vivos nuevamente. Este impulso, muchas veces impulsivo, no siempre responde a un problema en la pareja, sino a una necesidad personal de reconexión con uno mismo.
¿Crisis o nueva etapa?
No todas las infidelidades en la madurez derivan en separaciones. En algunos casos, el descubrimiento de una infidelidad abre conversaciones profundas que llevaban años postergadas. Para otros, es una señal de que ya no quieren seguir sosteniendo una relación que no los representa.
Lo cierto es que la infidelidad en personas mayores de 55 años está dejando de ser un tabú para convertirse en un síntoma de búsqueda personal, necesidad emocional o incluso de libertad.
