- En una cacerola a fuego medio, derrite la manteca.
- Agrega la harina y mezcla constantemente con un batidor de alambre para formar una mezcla homogénea, cocinando durante unos minutos para eliminar el sabor a harina cruda.
- Vierte la leche gradualmente, batiendo constantemente para evitar grumos. Continúa mezclando hasta que la mezcla espese.
- Agrega sal, pimienta y nuez moscada al gusto. La nuez moscada le da un toque especial, pero es opcional.
- Cocina a fuego lento, revolviendo constantemente, hasta que la salsa alcance la consistencia deseada.
- Prueba la salsa y ajusta los condimentos según tus preferencias personales.
- La salsa blanca está lista para usar en tus recetas. Puedes verterla sobre pasta, utilizarla como base para gratinados, lasañas u otros platillos.
¡Anímate a experimentar con esta versátil preparación y disfruta de la magia que añade a tus comidas!