Una maestra soltera adoptó a dos gemelos huérfanos de 7 años… 22 años después, el final conmovió a todos

Ese año, ella tenía 38 años.
Era maestra de primaria en una aldea pobre junto al río. Nunca se había casado. La gente murmuraba: unos decían que era demasiado exigente, otros afirmaban que había sido traicionada en el amor y había perdido la fe en el matrimonio.
Pero los que realmente la conocían, sabían una sola cosa: había elegido dedicar su vida por completo a sus alumnos.

Ese mismo año, llegó una gran inundación.
Una pareja se ahogó al intentar cruzar el río en bote, dejando atrás a sus hijos gemelos de siete años.
Demasiado pequeños para comprender la pérdida, los niños se sentaron acurrucados junto a los ataúdes de sus padres, con la mirada vacía y confundida, como esperando que alguien viniera a llevarlos.

La maestra estaba entre los dolientes, de pie en silencio, con el corazón encogido.
Esa misma tarde fue a las autoridades locales y pidió adoptar a los niños.

— “No tengo una familia,” dijo, “pero puedo darles un hogar.”

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Nadie se opuso.
Era una mujer respetada, querida, y sobre todo: tenía un corazón más generoso que el de cualquiera.

Desde ese día, la pequeña casa de techo de hojalata volvió a llenarse de risas infantiles.
Los niños comenzaron a llamarla “mamá” de forma natural, sin dudarlo.
Les enseñó a leer y escribir, les cocinaba, los llevaba de la mano a la escuela, y ahorraba cada centavo de su modesto salario para criarlos con dignidad.

Pero la vida no fue fácil.

Hubo ocasiones en que uno de los niños enfermó gravemente, y tuvo que llevarlo al hospital del distrito.
Para pagar las facturas, vendió unos pendientes que había heredado de su madre.
El año que Teo reprobó el examen de ingreso a la universidad, se sintió derrotado y quiso rendirse.
Esa noche, ella se sentó a su lado, lo abrazó y le susurró:

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