— “Mamá, he cumplido uno de tus antiguos sueños: construí una nueva casa para ti, justo al lado de la escuela.
Ya no tienes que vivir bajo un techo con goteras.
Y hoy, venimos a llevarte a la ciudad — para que vivas con tus hijos y futuros nietos.”
Todo el patio escolar se llenó de emoción.
La maestra rompió en llanto.
Después de 22 años, ya no estaba sola.
Finalmente tenía una familia — no con un esposo, sino con dos hijos que la amaban como a su verdadera madre.
Ese final tan conmovedor fue la recompensa más merecida para un alma que dio sin esperar nada…
Y que recibió a cambio el amor más puro.