Cada domingo seguía el mismo ritual: revisar la lista, elegir las mejores verduras, comprobar las etiquetas y asegurarme de que nada faltara. Entre las compras de ese día, un canasto de frutillas rojas y brillantes parecía ser la elección perfecta para acompañar el café del día siguiente.
El momento del descubrimiento
A la mañana siguiente, con ganas de algo dulce, abrí el paquete para lavarlas. Al retirar el envoltorio, mi mirada se detuvo en algo extraño. Entre las frutillas, había un objeto delgado y alargado que no correspondía. Al principio pensé que podía tratarse de un hilo o un cordón olvidado en el proceso de empaquetado. Sin embargo, algo me hizo dudar: ese objeto parecía moverse, apenas, como si respirara.
El corazón comenzó a latirme más fuerte. Observé con atención, y pude notar pequeños movimientos repetidos, como si intentara escapar del plástico.
La verdad detrás del misterio
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