Dudé. Los ojos de mis padres se clavaban en mí, rogándome que mintiera, que protegiera la imagen familiar. Pero el Dr. Hall no preguntaba como amigo u observador; preguntaba como un profesional médico que acababa de presenciar un abuso.
—Sí —susurré.
La palabra golpeó la habitación como una explosión.
Finalmente, el Dr. Hall se enderezó y enfrentó a mi familia. —Voy a ser directo —dijo—. El comportamiento que presencié hoy no solo es cruel, es peligroso. Noah ha sufrido una lesión grave en la columna. Cualquier impacto, cualquier caída, cualquier movimiento repentino puede empeorar su condición permanentemente. Esto no es una cuestión de opinión. Es un hecho médico.
Mi padre dio un paso adelante, tratando de recuperar la autoridad. —Doctor, con todo el debido respeto…
—No —lo interrumpió el Dr. Hall bruscamente—. Con todo el debido respeto, Sr. Parker, si Noah sufre un incidente más como este, podría perder toda la movilidad restante o sufrir daños irreversibles. Lo que presencié hoy califica como negligencia y agresión.
Todos lo miraron como si la palabra “agresión” fuera un idioma extranjero.
Ethan finalmente se quebró. —No fue mi intención… No es así… Él exagera…
—Suficiente —dijo el Dr. Hall, levantando una mano—. No quiero excusas. Quiero que se hagan responsables.
Ava miró hacia otro lado, claramente avergonzada. Las manos de mi madre temblaban. Mi padre abría y cerraba la boca como si se hubiera quedado sin explicaciones ensayadas.
El Dr. Hall continuó: —Presentaré un informe de incidente en el centro de rehabilitación y recomendaré que Noah se quede temporalmente en otro lugar hasta que se garantice un entorno seguro. Si alguno de ustedes se opone, entiendan que la ley —y el historial médico de Noah— respaldarán mi recomendación.
Mi corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por la conmoción. Por primera vez, alguien le había puesto nombre a lo que estaba pasando. Alguien había trazado una línea.
Y alguien finalmente estaba parado de mi lado de esa línea.