En nuestra noche de bodas, mi esposo desapareció repentinamente durante tres horas. Al descubrir la verdad, me marché en silencio, poniendo fin a nuestro matrimonio.

“Ella… fue el amor más profundo de mi vida. Hace seis años se fue a Europa, prometió volver, pero luego desapareció. Esperé una eternidad, llegando a pensar que me había olvidado. Me casé contigo para empezar de nuevo. Pero… me llamó esta noche.”

La habitación se balanceó repentinamente.

Rosas, velas, vino… todo perdió sentido.

La noche de bodas, la noche en que se suponía que estaría en brazos de mi esposo, se convirtió en la noche en que presencié cómo su corazón se volvía hacia otra persona.

—Lo siento —dijo Daniel con la voz entrecortada—. Sé que me equivoqué, pero no quiero ocultártelo. Intentaré olvidarla, para construir nuestra felicidad.

Miré al hombre que era a la vez mi esposo y el hombre al que amaba, y me di cuenta de que, en sus ojos, aún quedaba la sombra de otra persona.

No lloré. Simplemente me quedé quieta hasta la mañana, observando cómo los primeros rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando los pétalos esparcidos.

Mientras Daniel seguía sentado en silencio junto a la ventana, me acerqué con una voz extrañamente tranquila:

“Daniel, no te culpo por tener un pasado. Pero no puedo vivir a la sombra de otra persona, y no puedo obligarme a esperar a alguien que no está listo para estar conmigo de todo corazón.”

El matrimonio no es una prueba para comparar tu antiguo amor con tu nuevo amor.

Eres joven, te mereces un amor completo, no a medias.

Se quedó atónito, en silencio durante un largo rato. Vi un atisbo de arrepentimiento en sus ojos, pero también mucha vacilación, y esa vacilación era la respuesta.

Me quité el anillo de bodas y lo coloqué en su palma.

 

 

 

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