—¿Puedes retroceder 10 segundos? —pidió a la técnico de video.

La imagen mostró al conserje alterado acercándose a la clase de Lucía. Pero justo antes de que intentara entrar… se detenía. Quedaba inmóvil mirando al suelo, como si escuchara algo.

Luego golpeaba la taquilla, gritaba incoherencias y seguía avanzando.

—¿Eso lo hace antes de perder el conocimiento? —preguntó Marta, que revisaba el reporte.

La técnico negó con la cabeza.

—No. Eso es antes del forcejeo con la profesora Clara. Algo lo distrajo. Como si hubiera escuchado a alguien… o algo.

El inspector entrecerró los ojos.
—¿Podemos ampliar el audio?

La técnico tragó saliva.

—No había nadie más en el pasillo.

Pero cuando aumentaron la ganancia del micrófono ambiental, lograron captar un susurro casi imperceptible, un hilo de voz que no pertenecía ni a Clara ni al conserje. Era una voz infantil.

—¿Eso es…? —dijo Marta.

—Parece una niña. Pero la única que no salió fue Lucía —murmuró Javier.

El inspector se inclinó hacia la pantalla.

—No. Esta voz… suena diferente.

Antes de que pudieran sacar conclusiones, la directora del colegio entró con cara pálida.

—Agentes… hay un problema. Falta otro alumno.

El silencio cayó como un bloque de hielo.

El alumno desaparecido se llamaba Iván Torres, 8 años, del mismo curso que Lucía.

—¿Cómo que falta? —preguntó Javier con incredulidad— ¿No hizo fila con su grupo?

La directora negó con la cabeza, conteniendo el temblor en las manos.

—Su profesora afirma haberlo visto por última vez antes del recreo. Nadie se dio cuenta de que no estaba en la evacuación.

Lucía, que estaba sentada al lado de Clara con una manta sobre los hombros, levantó la vista.

—Iván… él estaba raro esta mañana.

Todos se volvieron hacia ella.

—¿Qué quieres decir, Lucía? —preguntó la profesora Clara con suavidad.

La niña dudó un instante, pero continuó.

—Estaba muy callado. Y cuando el conserje empezó a gritar, Iván… se escondió en el baño del segundo piso. Yo lo vi entrar. Le dije que saliera, pero no quiso. Tenía miedo del conserje.

Los agentes se miraron entre sí con urgencia renovada.

—¿Hay cámaras en los baños? —preguntó Marta.

—No, por privacidad —respondió la directora.

—Entonces pudo quedarse atrapado cuando todos evacuaron —dijo Javier—. Vamos.

Los agentes regresaron al interior del edificio. El eco de sus pasos parecía ampliado, como si el colegio vacío respirara con ellos.

Llegaron al baño del segundo piso. La puerta estaba entreabierta.

—Iván, soy la policía. ¿Estás ahí?

Silencio.